Las consecuencias de la batalla de Culloden no se hicieron esperar y menos aún para los derrotados. Después de la batalla continuaron las víctimas.
Los ingleses recorrieron el campo de batalla y dispararon un tiro de gracia a los moribundos antes de echarlos en las piras levantadas en el mismo páramo. El duque de Cumberland[1], al mando del ejército hannoveriano, dio la orden de ejecutar de forma inmediata a cualquier hombre que hubiera participado de la rebelión.
Estas eran las órdenes que llevaba Lord Melton el 18 de abril de 1746, pasado el mediodía, cuando entró a la granja de Leanach, donde se refugiaba Jamie Fraser junto a otros sobrevivientes. A media tarde fueron saliendo de uno en uno para ser fusilados, menos Jamie, con una grave herida en la pierna, quien fue enviado a Lallybroch en una carreta y así Lord Melton pagaba la deuda de honor de su hermano John.
En esos mismos días, la señorita Margaret Campbell intentaba regresar a su casa desdeInverness y fue interceptada por un grupo de soldados ingleses que abusaron de ella hasta creerla muerta. Aquellos escoceses con propiedades eran vistos como traidores jacobitas como ocurrió con Hugh MacKenzie, el segundo marido de Laoghaire, que fue encarcelado y falleció en prisión. Ian Murray también fue encarcelado varias veces pero afortunadamente no corrió con la misma suerte.
En los años siguientes a Culloden, los soldados ingleses siguieron acuartelados en el distrito y salían diariamente a recorrer la campiña para continuar el saqueo de lo poco que quedaba y destruir aquello que no podían llevarse. En pleno invierno sacaban a la gente de sus hogares, fusilaban a los hombres e incendiaban las casas. En un encuentro con una de estas patrullas Fergus perdió su mano derecha.
Después de vivir siete años escondido en una cueva, Jamie decide entregarse a la corona inglesa, pues recordaba que Claire le había dicho que con el paso del tiempo los ingleses dejaron de ejecutar a los jacobitas.
Jamie Fraser fue encarcelado en la fortaleza de Ardsmuir. La Ley de prohibición de vestimentas castigaba severamente la posesión de un tartán, por eso cuando en una inspección de las celdas se encontró un pequeño trozo de tartán, Jamie no dudó en hacerse cargo del delito. Después de varios años los reclusos fueron enviados a las colonias inglesas donde fueron vendidos bajo contrato de servidumbre por 7 años.
Si bien el hambre azotó las Highlands después de Culloden, en Lallybroch se sintió un poco menos porque tuvieron en cuenta la sugerencia de Claire de plantar patatas y también utilizaron una pequeña parte del tesoro de las focas para ayudar a los amigos jacobitas en el exilio.
Las repercusiones de la derrota duraron muchos años y algunos acontecimientos se volvieron leyenda y es así como Fiona relata la del Gorropardo a Claire, Roger y Brianna.
Por todas estas repercusiones y las propias palabras de Jamie, Claire creyó durante años que Jamie había muerto en Culloden, y cuando se reencontraron ya no eran los mismos, tuvieron que conocerse de nuevo para volver a ser uno.
Historia...[]
El 16 de abril de 1746, en el páramo de Culloden, se perdieron no solo la vida de quienes lucharon,sino también la identidad, la cultura y las costumbres de la sociedad de clanes de las Tierras Altas de Escocia.
Una vez finalizada la batalla, Cumberland entró a caballo en Inverness con la espada desenvainada y aún manchada de sangre.
Cuando se le solicitaron órdenes al Duque, escribió detrás de un naipe con el 9 de diamantes,[2] “Sin Cuartel”; lo cual fue traducido como la ejecución de todos los jacobitas heridos y prisioneros, un acto por el que fue conocido desde entonces como "Cumberland el Carnicero" o simplemente el "Apestoso Billy".
El duque de Cumberland ocupó militarmente el país y se quedó en Escocia los tres meses posteriores a la batalla, para llevar a cabo una despiadada represión contra los insurrectos, sus familias y cualquier presunto simpatizante del príncipe Carlos Estuardo.
Se detuvieron a más de 3.200 personas, y Cumberland ordenó asesinar al menos a 120. Los nobles fueron decapitados, y el resto fusilados o ahorcados. (En el caso de la horca, según la Ley de Ejecución aprobada por Eduardo III, en caso de traición, y aún vigente, se establecía un tiempo máximo colgando de la soga de apenas tres minutos, acto seguido era descolgado, degollado y destripado, arrojándose sus vísceras a una hoguera.)
Los encargados de esta “limpieza” sistemática fueron los llamados "hombres de sacristía” delincuentes y violadores que fueron reclutados por el ejército de la Corona y enviados por los condestables[3] de cada una de sus parroquias. Sus mejores cualidades militares se hallaban representadas en el pillaje, el robo, el saqueo indiscriminado y el asesinato a sangre fría.
A continuación se inició una limpieza étnica jamás antes vista; para esto se prohibió cualquier manifestación de la cultura escocesa, expropiaron las tierras y se las entregaron a los terratenientes de las Tierras Bajas, quienes terminaron por expulsar a sus pobladores que se vieron forzados a emigrar.
La Ley de Proscripción prohibía, bajo pena de muerte, la posesión privada de armas de cualquier tipo, vestir el kilt (salvo que se sirviera en los regimientos escoceses del ejército inglés en las colonias) y tocar la gaita, que fue considerada un arma de guerra.[4]
La Ley de Jurisdicciones Hereditarias retiró la autoridad feudal a los jefes de los clanes.
Con el objetivo de despoblar las Tierras Altas la mayoría del ganado fue confiscado por los ingleses y vendido a precios irrisorios, con el solo objetivo de destruir las bases que sostenían la economía de los clanes.
Los ingleses hicieron todo aquello que tuvieron a mano para erradicar a una etnia a la que consideraban salvaje, cuya cultura y forma de vida creían atrasadas.
Incluso en el Parlamento de Londres se debatió la posibilidad de esterilizar a las mujeres de las Tierras Altas y de expulsar por la fuerza a todos sus habitantes para reemplazarlos por colonos del sur fieles a la Corona.
En los primeros desalojos se les permitía a las personas llevarse la madera de sus casas para así poder construir una nueva en otro lugar. Pero hasta esto llegó a prohibirse y los ingleses incendiaban las viviendas con las pertenencias dentro e incluso con personas ancianas o enfermas en su interior que no podían ser trasladadas.
Los jefes de los clanes perdieron su poder y el interés por sus propios clanes y muchos terminaron trabajando para el ejército ingles y se vieron obligados a alquilar sus tierras a los criadores de ovejas de las Tierras bajas o de Inglaterra.
El antiguo derecho céltico permitía que los clanes fueran propietarios de grandes extensiones de tierras y la corona inglesa se aseguro de cambiar esto y las tierras fueron divididas en "crofts", es decir, porciones de tierra para cultivo o usadas para la recolección del kelp, alga utilizada para el proceso de elaboración del whisky y por las diferentes destilerías que fueron asentándose en la zona.
La mayoría de los habitantes se vieron forzados a emigrar a las ciudades o al extranjero. La primera gran migración ocurrió en 1792, conocida como “El año de las ovejas”, cuando la mayoría de los clanes se marcharon a Canadá, y a Carolina del Sur y del Norte.
A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX las fincas de las Tierras Altas pasaron de ser terrenos cultivables y mixtos, que sostenían a una gran población de arrendatarios, a criaderos de ovejas más rentables.
Los arrendatarios sobrantes fueron desalojados de sus fincas hacia 1780. Estas “limpiezas” continuaron durante aproximadamente 70 años.[5]
Caza de rebeldes después de Culloden - John Seymour Lucas.[6]
Grabado popular de los condenados jacobitas que muestra el 3er conde de Cromartie junto a los señores Balmerino, Lovat y Kilmarnock que fueron ejecutados en Tower Hill el 18 de agosto de 1746.[7]