En La Bastilla tiene su cuartel general la Guardia parisina. La Bastilla es “del Rey” y está a disposición de sus mandatos.
En la saga...[]
Tras el altercado en casa de Jared protagonizado por Mary Hawkins y Alex Randall, la noche de la cena en honor del duque de Sandringham, Jamie acepta la “invitación” de ir al cuartel general de la Guardia en La Bastilla para dar explicaciones de lo sucedido. Finalmente el juez decide que todos los acusados sean arrestados en la Bastilla hasta tomar declaración a Mary; pero Jamie es liberado por intercesión de Monsieur Duverney.
Tiempo después, cuando Jamie y Claire se encuentran con Jack Randall y descubren que no está muerto, Jamie lo reta a duelo y Claire, empeñada en evitarlo, acude a La Bastilla para acusar a Randall del ataque que Mary y ella sufrieron en plena calle. Jack Randall es encarcelado en la Bastilla hasta que se aclaren los hechos.
Durante la estancia de Claire en Fontainebleau, el padre Laurent le cuenta que Du Carrefours fue encarcelado y quemado en la plaza de la Bastilla por sus crímenes y, por un comentario que el Maestro Raymond le hizo “Nadie ha sido quemado en la Bastilla en los últimos veinte años, por lo menos”, Claire deduce que Du Carrefours pudo ser la última persona que quemaron en la Bastilla.
Es también en Fontainebleau donde Claire se entera por Louise de La Tour, que Jamie está preso en la Bastilla desde que se batió en duelo con Jack Randall, pues los duelos están prohibidos en París y, quien participe en ellos, está realizando una afrenta directa contra el rey; por este motivo, estará encarcelado hasta que el rey considere.
Claire solicita audiencia con el rey para pedirle que libere a Jamie, ya que solo el monarca puede decidir cuando terminar el arresto. A cambio de la liberación de Jamie, Claire deberá someterse a los deseos del rey.
En la realidad...[]
La Bastilla, una vieja fortaleza edificada en el siglo XII, reforzaba las murallas de París junto a la Puerta de San Antonio, frente a la ruta del Sur. Después de varios siglos, la ciudad se fue expandiendo y la Bastilla quedó en el interior del nuevo perímetro parisiense.
Durante el siglo XVIII, tanto el Rey como la Corte vivían en Versalles por tanto, el gobierno de la ciudad se desarrollaba un poco al margen de la realeza. En la ciudad se acuartelaban unos mil guardias franceses, selecto cuerpo militar conocido por su adhesión tradicional a la monarquía.
Pero la Bastilla era del Rey. No era sólo una fortaleza, era además una prisión de Estado. Una simple orden del Rey, una “leerte de cachet” (carta sellada) podía disponer, -sin proceso ni sentencia-, el encarcelamiento de cualquier persona por tiempo indeterminado. Ningún tribunal podía averiguar siquiera el nombre de los encarcelados en esa enorme tumba de piedra.
Viejas paredes de piedra de 15 metros de altura, nueve torres almenadas con sesenta piezas de artillería, una corta guarnición de mercenarios suizos y un gobernador nombrado por el Rey (que solo estaba sujeto a la autoridad del monarca y recibía dinero de la Corona para mantener a los prisioneros), convertían a la Bastilla en epicentro y símbolo del poder absoluto en París.
Más que enclave militar, la Bastilla era, en el París del siglo XVIII, materialización de la monarquía absoluta, donde no mandaban los tribunales. Sus murallas sordas e impenetrables inspiraban un miedo que aseguraba el saludable respeto a la autoridad real.
El “Hombre de la máscara de hierro”, supuesto hermano gemelo de Luis XIV, había languidecido en sus calabozos, treinta años sin ver el sol.[1] El Marqués de Sade y Voltaire también estuvieron encarcelados en la Bastilla.
Durante el reinado de Luis XV el período que un prisionero era mantenido en la Bastilla continuó disminuyendo, y para el reinado de Luis XVI el tiempo de detención promedio eran sólo dos meses. Cuando eran liberados, se les entregaba un documento para firmar, en el que prometían que no hablarían acerca de la Bastilla o su estancia dentro de ella.
Debido a su destrucción después de 1789 (comienza la Revolución francesa con la toma de la Bastilla), muy poco queda de ella en el siglo XXI.
La Plaza de la Bastilla aún ocupa mucho del sitio de la Bastilla, y la Ópera de la Bastilla fue construida en la plaza en 1989 para conmemorar el bicentenario de la toma de la prisión. La zanja que originalmente ligaba la defensas de la fortaleza al Río Sena había sido desenterrada al inicio del siglo XIX para formar el Puerto del Arsenal.[2]