La Audiencia es otra de las tradiciones escocesas de los Clanes que aparecen exquisitamente plasmadas en Forastera.
La Audiencia es presidida por Colum, el Laird del castillo Leoch. La misma se desarrolla en el salón comedor en el que se había colocado una gran silla tallada de madera oscura y tapada con el tartán de los MacKenzie, uno escocés verde oscuro y negro con cuadros superpuestos rojos y blancos, desde donde Colum ejercería su papel de Señor del castillo Leoch con su hermano Dougal, de pie detrás de él. Ambos MacKenzies iban ataviados con el atuendo ceremonial: faldas escocesas verdes, casacas de buen corte y el tartán cruzado en el pecho y asegurado al hombro con un gran broche de piedras preciosas y los asistentes también iban bien vestidos, evidenciando la importancia del acto.
El objeto de la Audiencia era impartir justicia por parte del Señor del castillo entre sus arrendatarios, atendiendo casos y resolviendo disputas. Había un escribiente que leía los nombres en voz alta y las distintas partes se acercaban al centro del salón a explicar sus desavenencias para que Colum dictara una resolución.
Claire formó parte de esta Audiencia y fue Dougal quien solicitó ante Colum protección y refugio en Leoch para ella hasta que se dispusieran las medidas necesarias para su traslado. En respuesta a la exposición de Dougal, Colum le ofreció a Claire la hospitalidad de su humilde hogar.
En ese momento, apareció el padre de Laoghaire con la chica cogida por el brazo. El hombre la reprendía en gaélico acusándola de comportamiento disoluto y solicitando que Colum la castigase por desobediencia. La decisión de Colum fue que Laoghaire recibiera azotes con un cinto, pero en ese momento Jamie se ofrece a recibir el castigo en su lugar y escoge los puños. El castigo terminó cuando Angus, quien ejercía de verdugo, estimó oportuno. En la serie quien le propina el castigo a Jamie es Rupert.
Historia y actualidad[]
El proceso legal de más importancia usado entre los clanes para zanjar disputas civiles y criminales era el arbitraje y se llevaba a cabo celebrando una Audiencia, en la que ambas partes exponían sus argumentos ante un grupo de notables del clan, supervisado por el jefe del clan. No existía la posibilidad de apelar contra la decisión del grupo, que normalmente quedaba registrada en el tribunal real o del burgh local.[1]
Según la historia, el Laird tenía el poder de administrar todas las tierras y haciendas pertenecientes al clan como más le complaciese. Cuando la corona quería ganarse el favor de algún jefe importante, le premiaba regalándole la posesión de parte de esos terrenos a título personal. Hay que tener en cuenta que muchos clanes eran poderosos aliados guerreros que tenían como obligación auxiliar al monarca en caso necesario. Además de suponer un administrador de los bienes territoriales y económicos, el jefe también impartía justicia legal mediante la Audiencia. Si existía alguna disputa, se le planteaba al señor quien, junto con un grupo de notables, decidía la solución más justa. No había posibilidad de apelación, por supuesto. Si la disputa era entre clanes, cada jefe hacía las veces de procurador de su respectiva familia, mientras que el tribunal estaba compuesto a partes iguales por notables de uno y otro bando y un jefe ajeno para que el proceso fuese lo más limpio posible.
Eso sí, no puede decirse que todo se solucionase tan tranquilamente en las Audiencias a pesar de que el sistema de clanes contemplase una convivencia pacífica. Por ejemplo, los Mackenzies eran conocidos por buscarles las cosquillas a los Campbell con tal de expandir su territorio un poquito más. Además de las grandes disputas, también había pillerías tales como robo de ganado de los vecinos que a veces terminaban provocando a los propios dirigentes; faltos de una buena pelea.
Tras el declive del sistema, donde se prohibieron toda clase de símbolos e incluso de los tartanes, la mayoría de los escoceses afines a los clanes emigraron al sur, a América o a Australia. Aunque las Lowlands, siempre más afines a Inglaterra y de un belicismo más suave, sufrieron menos esta situación, las Highlands, de influencia celta y mucho más tradicionales se desangraron sin remedio.[2]
En la actualidad las audiencias ya están extinguidas, pero quedan vestigios de esta cultura milenaria y siguen celebrando creencias, tradiciones y reuniones. Por desgracia, nada queda ya de aquella división de clanes, que ha sido sustituida por 32 consejos que suponen un sistema legal distinto del resto de Reino Unido. Al menos han conseguido marcar esa diferencia por la que tanto lucharon en su momento.